Francois Hollande era el patito feo de la política francesa. Hace cinco años nadie daba un chicle mascado por él. En cambio por su pareja de entonces Segolène Royal se apostó para conforntar a Sarkozy con escasos resultados. Vino la crisis, Domenique Strauss Kahn fue atrapado literalmente con los pantalones abajo y el llamado Monsieur Royal apareció de la nada, de manera tranquila, con un discurso moderado, poco efusivo en relación al colosal e hiperkinético Sarkozy.

Frente al desbarajuste de la alianza Sarkozy - Angela Merkel, se elevaron voces de protesta en toda Europa. Nicolàs Sarkozy no tuvo mejor idea que virar hacia la ultraderecha y jugar con los miedos del electorado (al estilo George Bush II).

Pero Hollande hizo un trabajo de reingeniería, no solo con su apariencia física sino con sus ideas centrales de campaña. No es broma decir que los franceses querían creer en que la esperanza venciese al miedo. Y por primera vez en muchos años un dirigente político de primera fila se atrevió a hablar de inclusión social de los jóvenes a la fuerza laboral a lograr flexibilizar el férreo control de las divisas del Banco Central Europeo para que los Estados con falta de liquidez pudieran afrontar sus problemas con préstamos y bonos, en suma, alguien tuvo la sensatez de sintonizar con los Indignados y proponer que la Austeridad no debía pasar solo por las clases medias y bajas, sino con quienes provocaron la crisis con sendos impuestos. El día que ganó la primera vuelta las bolsas se derrumbaron, incluso The Economist lo llamó "El peligroso Hollande". ¡Vamos, solo faltaba una insidiosa Martha Meier Miró Quesada dirigiendo un diario en París!.

Espero que hasta allí lleguen los paralelos con Ollanta Humala, ese outsider cuyo nombre era peor que aceite de ricino durante las segundas vueltas contra Alan García y Keiko Fujimori.

La gente busca en quien creer. No solo en Francia o Perú. En Estados Unidos apostaron por Obama, y los resultados no son los que se esperaban.

¿Se convertirá Francois Hollande en un prisionero de los poderes fácticos (del capital y la prensa) franceses? ¿Correrá la misma triste suerte de Ollanta Humala en Perú o que Barack Obama en Estados Unidos?

No se sabe. Angela Merkel, la conservadora canciller alemana, se comunicó por teléfono con Hollande ni bien resultó electo. No se sabe que conversaron, pero queda pendiente la esperanza de una Francia digna y orgullosa que frene el desquiciamiento de las políticas públicas que hacen lo mismo que un Robin Hood invertido: Robar a los pobres para dárselo a los ricos.