La primera impresión que tuve al leer esta novela es la de cierta distancia emotiva, a pesar que la trama es trepidante, la acción intensa y las emociones se suceden una tras otra. Tengo la impresión que me ocurrió lo que comúnmente se llama fracaso del lector. No se si estaba de buen ánimo o simplemente pesimista. Para ser honesto, esta novela vale la pena leerse y es entretenida. Tiene todos los elementos para hacerlo: una intriga de carácter histórico, paisajes exóticos y personajes heroicos.

La historia nos remonta al Imperio Romano bajo la influencia católica, el Emperador es tomado prisionero por los persas debido a un pérfido complot en el que está envuelto su propio hijo. Como compañero de cautiverio tiene a Metelo y sus hombres. Luego de una temporada da trabajos forzados, el Emperador muere y Metelo escapa junto con sus hombres para encontrarse durante su huida con un enigmático comerciante que le pondrá en contacto con un extraño hombre que resulta ser un príncipe de la China, que a su vez también tiene sus propias cuentas que saldar.

El problema conmigo es que el personaje principal Metelo a fuerza de ser la perfecta encarnación de los valores de la época republicana (difíciles de asociar a la época del decadente y barbarizado bajo imperio)se convierte en algo tan inverosímil como Rambo (ojo, digo Rambo, no Coriolano). Poco ayuda su constante y provocador intercambio de valores con el Príncipe de la China, o su lánguido intercambio de sentimientos con la hermana de éste. Sin duda son provocadores pero me temo que superan lo verosímil incluso para quienes sean lectores de Hungtinton y su Clash of civilizations.

Este defecto no es notorio mientras nos encontramos en lo que vendría a ser la primera parte de la novela, que va desde el asedio persa a Anatolia hasta la muerte del Emperador. Hasta podría decirse que es terreno conocido y muy Latino. La segunda parte es arriesgada para narrar, donde hay ciertos momentos en que Valerio Massimo Manfredi abandona su habitual consistencia y claridad (la parte culminante del enfrentamiento contra el líder castrado de la Sociedad secreta, la milagrosa recuperación del protagonista o su azarosa victoria sobre un guerrero de capacidades sobrehumanas, pueden dar un ejemplo de lo que anotamos).

No obstante, y aunque parezca paradójico, no me atrevo a desaconsejar el libro. Lo que ocurre es que tengo que admitir que superó mi límite de verosimilitud. Sería injusto omitir que la narración generalmente es fluída, la acción trepidante (por momentos parece que se piensa en el probable guión de una película que varía en su tono entre Gladiator a El Último Samurai) y abundantes sorpresas. De este modo, he de admitir que estamos frente a una novela absolutamente reconocible de Valerio Massimo Manfredi, repleta de cajas chinas, o mejor dicho, sorpresas. Pero es recomendable estar advertido que el autor se arriesga a exigir al lector a abandonar ciertos límites. Y no es para menos, abandonas lo que conoces para llegar hasta la China.

Ni Alejandro Magno lo hizo.