Turandot: la ópera que mató a su autor.
La famosa cubierta de la edición de "Recuerdo de la Ópera"
Llegar a la ignota Puerta 4 del Parque de la Reserva de Lima resultó un peregrinaje tan accidentado como el de Calaf y Liú para llegar al reino de la Princesa de Hielo,Turandot. A la muchedumbre que me acompañaba y a mí, nos alentaba poder disfrutar la representación de la obra maestra de Giacomo Puccini con el marco de la fabulosa“Loggia” que es uno de los atractivos mayores del Parque y que contribuiría a hacer inolvidable la representación de Elisabete Matos, Sergey Nayda y Miki Mori como la despiadada Princesa Turandot, el audaz Príncipe Calaf y la altruista esclava Liú, respectivamente. Muchos habíamos llegado con más de 40 minutos de anticipación, pero pronto constatamos que esos minutos de ventaja se diluían como el hielo porque encontrar la puerta 4, súbitamente se convirtió en una empresa kafkiana en medio del frío limeño.Una vez conquistado nuestro objetivo del peregrinaje en la entrada se nos ofrecieron reparadores vasos de vino Navarro Correas y Concha y Toro (a un precio que era cualquier cosa menos módico, por supuesto) y la generosa parrilla de chorizos impregnaba el ambiente de un bucólico olor a estepa argentina antes que a colosales palacios de la milenaria China.
Debo admitir que al inicio me llevé una gran desilusión. El anillo interior de la Loggia era usado como camerinos de la gran troupé de actores (más tarde vería como habían más extras en el escenario que público en el auditorio) y de la cara externa de ella se utilizaron, hábilmente en verdad, sólo tres arcos, que fueron adaptados a una mampostería que imitaba motivos chinos a costa de desaparecer a la Loggia con los toldos que cerraban el Auditorio. Es una pena que Romanza, la promotora del Show, no haya optado por hacerlo al abierto respetando la Logia, pero supongo que el frío limeño es un argumento respetable.El escenario consta (ayer fue solo la primera representación, faltan las del 9, 12 y 14 de junio) de dos escaleras laterales, en la primera, que da la bienvenida a los espectadores, se aprecia un rústico toldo y el trabajo del verdugo: cabezas empalizadas de los temerarios príncipes que se atrevieron a conjurar a Turandot, al extremo opuesto, deliciosamente ornada e imponente se yergue la fredda stanza de la Princesa. El frente se encuentra adornado con altos relieves de dragones chinos y los tres pórticos de la Logia de manera hábil, como ya comenté, fueron convertidos en tres puertas, siendo la central y más grande, la que semeja una Puerta de Bronce, la del Emperador y está resguardada por sendas estatuas de leones chinos.Para concretar su propuesta de evocar a China, la gente de Romanza aprovechó una idea propia de Barrio Chino y Corso de Wong en Fiestas Patrias. Siendo las 19:30 horas, el momento fijado para el inicio de la ópera y con poca gente en las butacas acondicionadas con tela blanca y en las graderías de metal en el fondo (que asumo debían ser más frías que la propia Turandot), para divertir a los presentes aparecieron varios coloridos Dragones Chinos que empezaron a jugar con los presentes.Luego de esperar mucho, como la caminata desde la Av. Arequipa hasta la llamada Puerta 4 del Parque de la Reserva, es justo mencionar el argumento.El anciano Timur (interpretado impecablemente por Rubén Amoretti) ha caído en desgracia. Antes soberano de la China, ahora sólo tiene a una esclava Liú, que lo asiste y cuida porque está ciego y fugitivo. La mala fortuna parece relajar el entrecejo cuando aparece perdido entre la muchedumbre, su único hijo, el audaz Príncipe Calaf, quien acude a ayudarles. La reunión se ve interrumpida por los preparativos de la ejecución del Príncipe de Persia, la enésima víctima de la brutal Turandot, la Princesa Pura, quien sólo consiente ser esposa de quien sea capaz de descifrar tres difíciles enigmas. A quien no lo logre le reserva el mismo final que la esfinge de Tebas. La muerte.El porte y la ecuanimidad del Príncipe de Persia sorprenden a todos y no faltan las voces de piedad para la víctima. Pero el corazón de Turandot es inmune a toda pasión. Menos aún la misericordia. Ella sólo quiere ser pura, para evitar la trágica historia de su ultrajada abuela. Calaf encuentra repugnancia en el acto y no escatima maldiciones contra el ser abominable que es capaz de cansar los brazos del verdugo con principescas cabezas. Decir eso y ver la belleza de la Princesa es uno solo. De manera patética, Calaf es fulminado por el amor y no es capaz de pensar en otra cosa que invitar a la muerte presentándose como el próximo candidato a resolver los enigmas o morir. Los ministros Ping, Pang y Pong en vano tratan de persuadirlo. Turandot tiene piernas y pechos agradables, pero es mejor estar vivo para gozar de cientos de piernas y pechos agradables.Sergey Nayda, el tenor ruso que da vida a Calaf es convincente. Sus ropas modestas contrastan con su porte imperial. Durante el primer y segundo acto su interpretación es encomiable, pero me reservo mi opinión sobre el tercero para más adelante.Calaf, sin embargo, está convencido y nada detiene su paso hacia el fatídico Gong que otros como él ya han tocado y les ha significado su ruina. El final del primer acto con un reiterado final nos deja en la intriga mientras cae el telón. ¿Qué será del valiente Calaf?. Los enigmas son tres, la muerte una.El segundo acto contrasta con el dramatismo del final del anterior. Los Ministros Ping, Pang y Pong se quejan de haberse convertidos en los Ministros del Verdugo y de malgastar su vida mientras jóvenes príncipes llevados al matadero y convertidos en banquete de gusanos. Cada uno recuerda sus lugares natales que extrañan y a los que podrían volver si la locura de Turandot al fin fuese detenida por un hombre superior a todos los demás que se presentaron previamente y que domesticara a esta cruel Princesa que hace peligrar la milenaria sucesión imperial.Pero la ensoñación dura poco y es necesario repartirse las tareas, uno del improbable matrimonio, otro de la casi segura ejecución y del sepelio.Tres son los enigmas y la muerte una sola. Calaf no se deja convencer ni por el Emperador en persona. La vida es una sola y es heroica.La Princesa interpretada por la pétrea e imponente Elisabete Matos, empieza a pronunciar las preguntas que pueden conducir a la victoria de Calaf o a su muerte.- ¿Quién es el fantasma que cada noche nace de nuevo en el hombre y muere cada día?- La esperanza.
La Princesa no se inmuta, otros probablemente llegaron a este punto sin que les sirva de mucho.
- ¿Qué es lo que flamea como una llama y no es fuego, y arde como la fiebre, pero se enfría en la muerte?- La sangre.
Si me preguntan a mí, les apuesto que no pasaba de esta. No soy bueno en las adivinanzas, y menos cuando la poesía intrínseca de ellas maravilla por su aparente simpleza que esconde una aterradora complejidad.
- ¿Qué es lo que quema como el hielo, y cuánto más frío es, más quema?- ….
La cruel princesa de hielo saborea su triunfo. Calaf posa dubitativamente su mirada entre el populacho y los espectadores sin saber que decir. Pero las palabras despectivas de Turandot acicatean su mente.
- ¡Turandot! ¡Turandot!
La Princesa es quien palidece ahora, si tal cosa es posible para una princesa de la China o alguien con maquillaje. ¡Turandot!. Su propio nombre le traicionó. Su propio nombre conquistado por el extranjero quien ahora es su dueño.
La Princesa China se convierte en una walkyria wagneriana. Entre sollozos pide a su augusto padre, el hijo del Cielo, El Emperador, que no permita su deshonra, que no la entregue como una vulgar esclava a un arrogante pero afortunado desconocido.El Padre le recuerda a su bella hija que un juramento es sagrado. Y que muchas vidas han sido inmoladas por este capricho. Pero Turandot parece confundir a su padre con Odin Wotan y como toda defensa argumenta: “Tu hija es sagrada”.Calaf, ya victorioso, aún aspira a lo más difícil. Quebrar esa corteza de hielo. Propone de manera más temeraria que nunca, un enigma a la despiadada Princesa para que sea resuelto antes del alba: su propio nombre dicho de sus amados labios.Ojalá no lo hubiera hecho. Lo que parecía ser un final feliz de un épico cuento oriental empieza a tomar la forma de una tragedia. Y en verdad que Turandot está dispuesta a seguir matando antes que entregarse a hombre alguno. Sus intrigas no nos serán reveladas en el segundo acto que cae con el telón.El tercer acto inicia más sombrío y lóbrego que el corazón de la inhumana Princesa de Hielo. El Decreto es fulminante y mortal. Pena de Muerte. Nadie duerma en Pekín. Las cabezas de los ciudadanos de todo Pekín cuelgan de un hilo si el nombre del Príncipe extranjero no es descubierto antes del alba.Calaf se niega a ser sobornado por Ping, Pang, y Pong. No es el oro, ni una corte de mujeres, ni siquiera la gloria lo que desea. Sino algo más, que las sintetiza en un solo cuerpo: a Turandot.Nadie duerme en Pekín, ni siquiera la Princesa que en su gélida estancia contempla el transcurso de las estrellas hacia la mañana que la hará de Calaf.Nessun dorma!...Tu pure, o Principessa,nella tua fredda stanzaguardi le stelle che tremanod’amore e di speranza.Ma il mio misteroé chiuso in me.Il nome mioNessun sapra!Solo quando la luce splenderá,Sulla tua bocca lo diró, fremente!...Ed il mio bacio scioglieráIl silenzio che ti fa mia!...
Cuando vi a Sergey Nayda, dar fuerza a Calaf, me hice los mejores augurios para el esperado "Nessun dorma!". Lástima que en esta parte no le dió la fuerza a su "Vinceró" que hiciera estallar al auditorio y volar la carpa que afeaba la Loggia. No obstante, debo admitir que su interpretación en general es muy buena. Pero ustedes saben, a veces una ópera no es sólo tres actos, sino esos tres actos y una sección en particular que todo el mundo musita desde antes que empiece la función. Llámenlo capricho de espectador, después de todo no es el único capricho en la obra y al menos, es menos perjudicial que los de Turandot.Para ser alguien tan astuto como para vencer los mortales acertijos de la cruel Princesa, Calaf no parece haber obrado muy prudentemente. Todos los ciudadanos de Pekín se han convertido en perros de presa y van tras su nombre. Al haber fallado las dádivas y sobornos, solo quedan la tortura. Y han apresado a Timur y Liú.El tercer acto no solo tiene como pico el famoso Nessun dorma. Dentro de la acción dramática el sacrificio de Liú es conmovedor. Ella proclama ser la poseedora del secreto, a pesar de la tortura no lo suelta, porque ella tiene su propio secreto. Está enamorada de Calaf. Y sabe que reteniendo ese nombre para sí, lo pierde todo, porque Calaf vencerá y se unirá a la cruel princesa.“Incluso tú lo amarás” llega a decir a Turandot antes de suicidarse con un cuchillo. La cantante japonesa Miki Mori ya se ganó el corazón de la audiencia, su muerte es el pico más alto de la tragedia. A este punto ya no hay más muertes. Pero con Liú falleció Giacomo Puccini el 29 de noviembre de 1924. El gran compositor no pudo avanzar más allá. Se había internado en técnicas desconocidas y le faltaba resolver el enigma de cómo humanizar a Turandot. Según él, Liú era la llave. Su sacrificio haría que el corazón de la mujer despiadada volviera a latir. Si alguien duda que el misterio de Turandot es la muerte puede percatarse que su influjo invadió la realidad demostrando ser más poderoso.
Un año después de la muerte de Puccini, la noche del 25 de abril en la Scala de Milán, el director Toscanini detuvo la música y dijo al público: “Qui finisce l’opera, perché a questo punto il Maestro é morto. La norte in questo caso é estata piú forte dell’arte”. ¿Cuál sería el final adecuado? A mi se me ocurre que Calaf antes del alba le dijese su nombre al oído y la Princesa de Hielo aprovechase este momento de debilidad para convocar al pueblo y exterminar al audaz pero imprudente pretendiente. Sólo después de muerto ella respondería que su nombre era “amor”.Pero cualquiera podría tener su final esperado. ¿Por qué no un final feliz? El que quiso encontrar Puccini por ejemplo.El director Toscanini no quiso dejar las cosas para la imaginación. Su opción es una de las más acogidas en las representaciones de “Turandot”. El compositor Franco Alfano repite y sigue el modelo del primer y segundo acto, por ejemplo cada vez que habla Calaf, le sigue una particular melodía en tono ascendente. Hay otras como la de Luciano Berio. Ayer le tocó el turno al final de Franco Alfano.Calaf llevado por su pasión besa apasionadamente a Turandot, quien por un instante parece recordar que es una mujer y no solo una Princesa de Hielo. A solas con él, se desnuda de todo orgullo y le reprocha la indignidad en que ha caído. Pero Calaf sabe que abrió una brecha y se juega el todo por el todo. Para demostrarle su amor incondicional nuevamente acepta arriesgar su propia cabeza en manos de ella. Le dice su nombre.Turandot cae presa de la exaltación. El alba empieza a aparecer. Ya sabe el nombre. Y lo dice al populacho. El nombre del Príncipe Extranjero es “amor”.Aplausos de la multitud y del público. El arte se cobra la revancha y durante algo más de dos horas ha tenido al público suspendido entre la vida y la muerte. Es un final espúreo, pero ¡qué más da!. La vida gana.