Ha muerto una persona.

Pasa todos los días. La gente no vive eternamente y muere de diversas maneras. Algunos mueren de formas jocosas y de ellos nos reímos en programas como Mil maneras de morir, otros mueren mirando el blanco techo y otros mueren de maneras trágicas y nauseabundas.

Ruth Thalía Sayas murió drogada y golpeada por su enamorado (o alguien a quien los jóvenes de ahora llamarían amigo con derechos) y el tío de éste. Fue arrojada a un silo y su cadáver descompuesto apareció luego que el autor del asesinato confesará después de unos días por investigaciones de su conciencia.

Para llegar a este extremo, es preciso recordar que la joven estudiante universitaria fue protagonista de una historia de cloaca en uno de los programas herederos de la mejor tradición fujimontesinista de extraer mierda de la vida de la gente como si fuera oro.

A Cristo lo mataron por 40 monedas, la inflación debe haber obligado a que Ruth optase por la pública inmolación como prostituta confesa en promiscuos night clubs para mineros de la sierra central peruana para obtener 15 mil soles con sangre: la suya.

Ahora muchos la rematarán. Porque el dinero que le dieron fue por la venta de su alma al demonio del rating, y este tiene muchos hijos herederos del silo fujimontesinista. No sólo es Beto Ortiz, sino quienes hipócritamente quieren jugar a los compasivos que se rasgan las vestiduras.

Ruth Thalia fue una prostituta objeto de la lascivia de los hombres, ahora que está muerta su recuerdo será fagocitado en el altar de la hipócrita televisión peruana.